jueves, 6 de junio de 2024

Ellos





 
Ellos van, vienen, vuelven
pisando rascacielos, 
atentos al reclamo que ladra en Wall Street. 
 
Con los puños cerrados, 
metidos en sus trajes de Saint-Laurent o Armani, 
se olvidan casi siempre 
de mirar para el suelo.

Son gente iluminada, 
de la más fina estirpe, 
superhéroes nacidos a una edad prematura, 
bailarines bilingües que danzan de puntillas 
un paisaje regado con su líquido amniótico.

Los he visto llegar, 
cruzar los corredores 
—omnipresentes, rectos—, 
contaminar el aire con sus limpios flequillos, 
buscar entre sus dedos de esmalte y pedrería 
algo que les ayude a mantenerse ingrávidos.

Entonces restablecen 
el hechizo falsario 
que convierte las piedras en pan. Y se aglutinan 
codiciosos, voraces, cuando suena la alarma.

Y allí en su jardín 
de vergeles marchitos, 
como lapas del reino asidas a las ingles, 
preparan con sus cómplices 
sus magistrales pócimas de cifras de seis ceros.

“Todo valió la pena” 
—dice alguno 
cuando ensayan, dichosos, 
un tintineo macabro de plata ennegrecida—

Contemplando la luna desde sus ventanales, 
se ríen con el diablo 
y se van a la cama. 
 
 
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